
El primer paso para luchar contra ellas es reconocerlas. Como he tenido más de un encuentro con las trepadoras, les voy a contar como fue uno en especial, para que puedan reconocerlas y evitarlas. Así, se evitarán bastantes malos ratos.
Cuando llevaba como dos semanas en la U , estando afuera de una sala de clases, pasó un amigo súper regio que tengo, Eduardo (alto, atlético, rubio, ojos azules, además de súper sencillo, inteligente y bueno para contar chistes). Yo no lo había visto, porque estaba conversando con mis compañeros. El pasó y me grito “ISI, ¡¡HOLA!!”. Obviamente le contesté y el me preguntó como estaba, yo le hice un gesto de bien con el dedo y me mando un beso, que yo le mande de vuelta.
Cuando me volví hacia mis compañeras, estaban todas con la boca abierta y me preguntaron quien era él. Después de contarles que era un amigo, y de que ellas lo piropearan por ser muy mino, volvimos a conversar como si nada.
Al día siguiente, estando en la facultad, una de ellas, que llamaremos “Jo”, se me acerca, me abraza y empieza a conversarme como si me conociera de toda la vida. La verdad, es que lo encontré súper raro, pero considerando las circunstancias, lo obvié.
Después de eso, Jo se sentaba al lado mío en la sala, en el laboratorio y, cada vez que yo me iba yendo a juntar con mis amigos, ella también se iba y caminábamos juntas hasta el punto de encuentro.
Paso el tiempo, y nos hicimos amigas (si lo pienso ahora, fue medio a la fuerza…), así que le presente a mis amigos y ahí comenzó el cambio. Una vez que conoció a Eduardo y el la comenzó a saludar, ella comenzó a ponerse densa conmigo. Igual, luchando por mantener la “amistad”, seguíamos estudiando juntas y salíamos a bailar de vez en cuando.
Mis otros amigos de la U nunca la quisieron, esa es la verdad, y fue gracias a ellos que me di cuenta de la realidad. Una día, una de mis mejores amigas me dice “Isi, ¿te vas? Porque necesito contarte algo y me voy ahora”, “Ya poh, vamos”. No alcanzamos a avanzar 15 metros cuando la desilusión mía fue máxima. Mi súper amiga Jo había estado hablando mal de mi a mis espaldas, como una manera de alejarme de mis demás amigos.
De mas esta decir que hasta ahí duro la amistad. No me di ni el trabajo de explicarle que me pasaba, porque esa misma semana me enteré por Eduardo que un tiempo atrás ella se le había tirado al dulce, y él la había rechazado. A eso había que sumarle que el mino que le gustaba en ese momento, me vio pasar y comentó lo simpática y linda que era yo, lo que a ella no le agradó y, obviamente, hizo unos comentarios bien poco amistosos de mi. Claro, ahora yo ya no le era útil, sino que me estaba convirtiendo en un obstáculo en su camino a la meta (el mino).
Este es una de tantas situaciones en las que mujeres como Jo, utilizan a otras personas para lograr sus objetivos. En mi caso, fue el tratar de conquistar a un mino. En el caso de los hombres, generalmente lo hacen para subir en la escala social (tengo un caso del que también fui testigo, pero eso lo dejaremos para una próxima vez).
Por todo esto, para evitar calumnias, falsas amistades y corazones rotos, he iniciado la campaña “No a las minas trepadoras”, que busca acabar con las malas intensiones de estas mujeres que, además de traumar a los pocos hombres buenos que quedan sobre la tierra, manchan el honor de las mujeres que hacemos las cosas con buenas intensiones. ¿Te unes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario